La carrera cinematográfica de Russ Meyer, considerado el profeta del poderío pectoral, esta sazonada de glándulas mamarias amenazadoras, hembras insaciables y machos desbocados frente a monumentos carnales de proporciones ultrahumanas. Recuperamos parte de este inframundo cinematográfico, que ha servido para canonizar a Meyer como uno de los referentes claves a la hora de estudiar el cine independiente norteamericano, creador de un personal genero cinematográfico, nítido narrador, experto autopublicista y amante del rock más grasiento.
La incansable mente calenturienta de nuestro encantador viejo verde, inicia una feroz actividad fílmica en la que se suceden argumentos cargados de sexo y violencia, introduciendo elementos de la cultura juvenil contemporánea (R`n´R, velocidad, chicas salvajes, sexo...), humor visual salvaje, desaforado exhibicionismo pectoral, diálogos calientes y soeces, reflejando en todas sus películas sus sueños húmedas más recomendables. Ejemplos que cumplan los requisitos mencionados serán títulos míticos de la talla de Lorna, Mudhoney, Heavenly Bodies, Mondo Top-Less, Fanny Hill o Motorpsycho. Pero hablar de Meyer es hablar de atrocidades fílmicas tan representativas como Faster Pussycat: Kill, Kill!, Up! con factores comunes como guiones descerebrados, imágenes alucinógenas de colores vivos, gore, música psicodélica o la saga Vixens (Vixen, Megavixen, Supervixens, y Beneath the Valley of the Ultravixen) disección a cuerpo abierto y sin anestesia de la América profunda más rancia y puritana a través de tragedias campestres obtusas. Dando vida a sus protagonistas femeninas encontramos a mujeres (Lorna Maitland, Lori Williams, Tura Satana, Kitten Natividad, Lola Langusta o Shari Eubank) de fama efímera y vida licenciosa, pioneras de las actuales reinas del porno.